Desaparecer de nuestras propias vidas. Quién no ha tenido esa fantasía alguna vez?
Ausentarnos de nuestra cotidianidad.
Volvernos casi invisibles, y así poder espiar a nuestro antojo a quienes nos
rodean sin ser percibidos. Suena tentador.
Howard Wakefield lo lleva a cabo. El
es un exitoso abogado de Nueva York que vive en una hermosa casa en los
suburbios, pero que no está feliz ni con su vida ni con su matrimonio de 15
años. Hasta aquí parecería una trama muy actual y muy normal. Una noche,
volviendo de su trabajo en el tren, Howard desaparece. No regresa a su casa a
cenar, y su mujer después de esperarlo impaciente por unas cuantas horas y
telefonearlo insistentemente a su celular sin obtener respuesta alguna, tira su
comida a la basura en un gesto de evidente malestar y enfado. Sin embargo,
Howard Wakefield esta siendo testigo de toda esa escena, porque él en realidad
está escondido en el ático de su propio garaje, y desde allí contempla todos
los movimientos de su familia en la casa.
Este es básicamente el argumento de
“Wakefield”, una película escrita y dirigida por una mujer, Robin Swicord, quien fuera guionista,
entre otras muchas, de películas como “El curioso caso de Benjamín Button” (por
la cual mereció sendas nominaciones al Oscar y al Golden Globe) y “Memorias de
una geisha” (por la que ganó el premio “Satellite Award” en 2005). Robin basó
su guion en un cuento del mismo nombre
escrito por E.L. Doctorow, quien a
su vez se inspiró en la historia narrada por el escritor Nathaniel Hawthorne en 1835 también con el mismo nombre.
La película entonces nos muestra los
pormenores de este hombre que decide encerrarse por propia voluntad y por un tiempo
indefinido en ese ático, mientras su familia lo da por desaparecido.
Personificado magistralmente por Bryan
Cranston (“Breaking Bad”), Wakefield se somete a este encierro durante casi
un año. En ese tiempo el personaje sufre una profunda transformación, que va
desde lo físico (un deterioro evidente, abandono personal, desaseo) hasta lo
psicológico, moral y espiritual. En medio de deliberaciones mentales,
divagaciones varias y epifanías, Wakefield va transformándose en un nuevo ser
humano.
La soledad autoimpuesta y el aislamiento lo llevan a vivir distintas
experiencias que cambiarán por completo su percepción de la realidad, de las
demás personas y por supuesto la valoración de su familia. Es mediante ese
“castigo”, si se quiere auto infringido, que Wakefield logra ser libre por
primera vez.
Como bien lo expresa el personaje en un momento de la película: “no abandoné a mi familia, me abandoné a mi
mismo”, y a través de ese abandono, viviendo fuera de la rutina diaria y de las
normas que impone la sociedad, es como Wakefield llega a encontrarse consigo
mismo de manera sincera y autentica, logra conocerse, reconocerse en el otro y
renacer finalmente como un nuevo hombre.
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